La negatividad

La Canalización de Mensajes de Luz

Durante las canalizaciones espirituales, me resulta curioso observar cómo renegamos de la negatividad en nuestro ser.

Nos cuesta aceptar que, en algún momento, hayamos podido actuar mal. Rechazamos la posibilidad de estar cometiendo errores ahora mismo, evitamos reconocer pensamientos negativos hacia otras personas y nos distanciamos de todo aquello que consideramos oscuro o indeseable en nosotros mismos.

Sin embargo, la negatividad está ahí. Forma parte de nuestra vida, de nuestra naturaleza como individuos y como sociedad. Es un componente inevitable de nuestra existencia. Renegar de ella no hace que desaparezca. Por el contrario, reconocer su presencia nos permite tomar conciencia de quiénes somos y de dónde estamos.

Este reconocimiento es el primer paso hacia la evolución personal. Aceptar nuestras sombras nos ayuda a superarnos, a convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos. Y lo mismo ocurre a nivel colectivo: cuando como sociedad admitimos nuestros errores y aspectos negativos, nos damos la oportunidad de evolucionar y construir un mundo mejor.

¿Cómo podemos avanzar si no sabemos dónde estamos? ¿Cómo podemos mejorar si no somos capaces de ver la negatividad en nuestras acciones y en nuestro ser? La negación solo nos mantiene estancados.

A mi parecer, incluso las emociones negativas como la ansiedad, el miedo crónico al futuro o la dependencia de resultados son señales de alerta. Son mensajes que nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu nos envían para decirnos que algo no está funcionando. En lugar de anestesiar estas señales con medicación o distracciones, deberíamos mirarnos profundamente, reconciliarnos con nosotros mismos y atender las verdaderas causas de nuestro malestar.

Es similar al estrés. Una pequeña dosis de estrés puede ser beneficiosa, pero lo que vivimos hoy en día como individuos y como sociedad no es sostenible. Nos sometemos a niveles de presión que no son justos con nosotros mismos, y ese desequilibrio exige una reflexión.

Estas palabras me las digo también a mí mismo. Todos deberíamos mirarnos al espejo con honestidad. ¿Dónde estamos? ¿Estamos viviendo una vida que realmente merezca la pena? ¿Este viaje, con todas sus dificultades, es el que queremos continuar?

Pensemos en nuestros hijos. ¿Querríamos que ellos cargaran con el mismo sufrimiento que nosotros llevamos? ¿Nos sentiríamos felices si repitieran nuestros errores o se enfrentaran a las mismas frustraciones? ¿Cuántas veces hemos deseado detener el tren de nuestra vida y bajar, replantearnos todo?

Cuando vemos personas que llevan vidas aparentemente más sencillas —ya sea en entornos rurales o priorizando el bienestar personal y espiritual sobre lo material—, nos invade una mezcla de admiración y envidia. Estas personas han aprendido a darse prioridad, a amarse a sí mismas. Han entendido que el amor propio es la base para una vida plena y que no hay egoísmo en cuidarse a uno mismo.

La negatividad, lejos de ser un enemigo, puede ser una herramienta. Es un mensaje de nuestro cuerpo, de nuestra mente y, tal vez, de nuestros guías espirituales, indicándonos que el camino que llevamos no es el adecuado. Es una brújula que nos señala la necesidad de cambio, de transformación.

Soy de los que creen que venimos a esta vida con un propósito, que estamos aquí para aprender, evolucionar y cumplir con una misión. Y si no lo logramos en esta vida, volveremos una y otra vez hasta que aprendamos las lecciones necesarias. Cada acto negativo, cada error, es una oportunidad de aprendizaje. Pero, ¿cuántas veces tendremos que vivir este proceso hasta comprender que hay un camino mejor?

A menudo decimos: «Esto no es vivir». Y es cierto. Pero para salir de esa sensación, necesitamos darnos cuenta de ello, tomar decisiones conscientes, avanzar y regalarnos vida en su sentido más pleno.

¿Es la negatividad algo bueno? No, no lo es. Es como una mancha de aceite difícil de eliminar. Pero tal vez no se trate de erradicarla por completo, sino de aprender a vivir con ella, de aceptarla como parte de nosotros, de usarla como una herramienta para crecer. Estas batallas internas nos fortalecen y nos preparan para una vida más auténtica y satisfactoria.

Sin embargo, no debemos caer en la trampa de pensar que somos únicamente seres negativos. Todos tenemos luz, amor y empatía. Todos tenemos la capacidad de transformar nuestras sombras en aprendizaje y nuestras caídas en crecimiento.

¿Por qué existe la luz? Porque existe la oscuridad. No podemos valorar una sin la otra. Para apreciar el agua fría, necesitamos conocer el agua caliente. Del mismo modo, necesitamos ser más conscientes de nuestras oscuridades, darles un nombre, reconocerlas cuando aparezcan y aceptarlas como una parte integral de nuestro ser.

Reconocer nuestras sombras no nos debilita, nos fortalece. Es el primer paso hacia una nueva vida, una vida más auténtica, plena y consciente.

Tags:

No responses yet

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Latest Comments
No hay comentarios que mostrar.